La vida es cambio. Los cambios generan en el ser humano incertidumbre, principalmente cuando nos referimos a cambios inesperados.
Los seres humanos pasamos la mayor parte de nuestra vida intentando controlar situaciones por el miedo que tenemos a lo desconocido, a lo imprevisible. Como adultos, llegamos a plantear nuestro día a día repitiendo actividades, que con el tiempo acaban convirtiéndose en rutina movidos simplemente por la garantía que tenemos de conseguir un resultado. Es más, somos capaces de mantenernos en situaciones determinadas, sintiendo emociones negativas el resto de nuestra vida (aburrimiento, tristeza etc) sólo por el hecho de no enfrentarnos a lo que no podemos controlar ni sin tener garantías de cómo será el resultado de lo que iniciamos.
En Psicología, hablamos de "zona de confort" para referirnos a ese lugar en el que las personas nos refugiamos para de alguna manera mantener nuestra estabilidad y para no enfrentar las situaciones novedosas que generan incertidumbre.
Sin embargo, aunque inicialmente la incertidumbre se acompaña de ansiedad y estrés, tiene resultados muy positivos. Digamos que alejarnos de la zona de confort añade emoción y, por ello, la motivación que vamos perdiendo según avanza la rutina a lo largo de nuestra vida. Además, cuando nos enfrentamos a algo novedoso, las personas solemos desarrollar y poner en práctica todos y cada uno de nuestros sentidos. Por ejemplo, una persona que lleva conduciendo diez años, habrá automatizado probablemente todas y cada una de las conductas que lleva a cabo en el volante, a diferencia de un chico o una chica que acaba de sacar el carné de conducir , quien estará más alerta de todos los estímulos a los que se enfrenta cuando se sienta frente al volante.
Podemos aplicarlo también a una situación laboral. Con el paso de los años el trabajo se acaba convirtiendo en rutina. La rutina muchas veces genera desmotivación. Si estamos desmotivados al final nuestros sentidos ya no están tan activos como en el caso de una persona que se inicia en el mundo laboral y está pendiente de todos y cada uno de los factores para hacer las cosas bien y que el resultado de su trabajo sea positivo.
Tener proyectos en mente para seguir avanzando, aún saliendo de nuestra zona de confort, ayuda a las personas a sentir emociones, que fomentarán la ilusión y la productividad en el trabajo. En definitiva, salir de la zona de confort nos permitirá desarrollar nuestra creatividad e ir cumpliendo poco a poco nuestras metas y objetivos.
Los cambios imprevisibles existen en todos los ámbitos de nuestra vida. Iniciamos un proyecto laboral con mucha ilusión, consideramos que todo funciona y de repente nuestro jefe decide que ya no vamos a formar parte de la plantilla de la empresa. Igualmente podemos aplicar este ejemplo a una relación de pareja. A veces incluso aguantamos una situación laboral de insatisfacción o una relación de pareja deteriorada por el miedo al cambio y sólo cuando se terminan empezamos a descubrir una nueva vocación , una nueva salida o una buena relación de pareja.
Salir de la zona de confort para muchas personas resulta difícil. Salir de ella significa incertidumbre. Incertidumbre genera miedo y ansiedad, que impiden tomar decisiones.
Por tanto, en primer lugar, para salir de ella debemos saber identificar todas los pensamientos y las emociones que nos alejan de nuestro objetivo. Tras identificarlas debemos aceptarlos para ser capaces de gestionarlas y enfrentarlas. En este sentido, la terapia cognitivo- conductual (TCC) puede ayudarnos, ya que mejora el funcionamiento del cerebro gracias a la plasticidad, permite crear nuevas conexiones neuronales, ayuda a aprender estrategias de afrontamiento y habilidades. Ayuda a mejorar la gestión emocional, al cambio de creencias , de pensamientos , que poco a poco nos alejan de nuestros objetivos.
Psicólogos Oviedo. Terapia Conductutal
miércoles, 19 de abril de 2017
lunes, 3 de abril de 2017
Algunos miedos infantiles
El miedo a la oscuridad es un miedo evolutivo en niños de entre dos años y medio y seis años |
Los miedos infantiles son miedos evolutivos y se consideran "normales" según la edad a la que nos enfrentemos. El estímulo por el que el niño siente miedo va cambiando según va madurando su sistema psicobiológico. Se consideran miedos desadaptativos aquellos miedos que generan una gran ansiedad en el niño, interfiriendo en su vida cotidiana. Normalmente se producen por una anticipación de las consecuencias negativas ante el estímulo temido.
Los factores que nos permiten distinguir entre la patología y la normalidad en los miedos infantiles son:
- Edad del niño
- Naturaleza del objeto temido y sus circunstancias
- La intensidad, la frecuencia y el grado de interferencia en la vida cotidiana del niño.
Algunos ejemplos de miedos infantiles según la edad a la que nos enfrentemos:
Primera infancia: A partir de los seis meses:
- Miedo a las alturas
- Miedo a extraños y otras personas
- Inicio de ansiedad por separación
Desde el año a dos años y medio aproximadamente:
- Miedo ante la separación de los padres
- Miedo a pequeños animales
- Miedo a algunos ruidos fuertes
Desde dos años y medio a seis años:
- Miedo a los animales
- Miedo a la oscuridad
- Miedo a monstruos, fantasmas y personajes de ficción...
- A lo largo de esta etapa, principalmente entre los 4 y 6 años puede aparecer el miedo a la muerte. Sin embargo, ellos mismos suelen entender el concepto de muerte como algo reversible y temporal.
Desde seis años a once años:
- Miedo al mundo imaginario
- Miedo a los accidentes
- Miedo a los médicos
- Miedo a la no aceptación e incluso a algún compañero
- Miedo al fracaso escolar
- Miedo a separación o divorcio de padres en casos de familias con ambiente hostil
Preadolescencia
- Miedo al rechazo de iguales
- Miedo ante amenaza de iguales
- Miedo al fracaso escolar
- Miedo al final de la etapa por los cambios en la imagen corporal
Adolescencia
- Miedo por conflicto en las relaciones interpersonales
- Miedo ante el rendimiento escolar
- Miedo hacia la consecución de logros
- Disminuye el miedo y la preocupación hacia la muerte y los riesgos que se puedan sufrir
El patrón familiar es un factor primordial en los miedos infantiles. Muchos miedos se aprenden por modelado, es decir, el aprendizaje que hace el niño a partir de la observación de una conducta en el adulto.
Otros miedos pueden aparecer tras escuchar una información negativa y otros, por condicionamiento tras alguna experiencia negativa.
El abordaje que los padres hacen sobre los miedos es fundamental. Castigar, pegar o reñir a un niño/a que tiene miedo es contraproducente, pudiendo llegar a bloquearse y sentir más miedo si les reñimos o castigamos por ello, ya que aumenta su nivel de ansiedad.
Psicólogos Oviedo. Miedos infantiles. Ansiedad infantil
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