martes, 3 de marzo de 2015

Proceso de duelo tras recibir una mala noticia.

Las emociones tienen gran importancia en el proceso de duelo




 Un día normal, llegamos a casa y hacemos lo mismo de siempre. Nos sentamos a pensar en nuestro día y a pensar en el día de mañana, organizamos, planificamos... de repente suena el teléfono y nos dan una mala noticia: alguien de nuestro entorno ha fallecido. En este momento, todos nuestros pensamientos, nuestros planes, ideas... se paralizan y nosotros con ellos. Sentimos algo en nuestro cuerpo, una especie de ansiedad, de angustia, que nos tiene paralizados, entramos en shock. Intentamos negar lo que nos acaban de decir y buscamos mil  maneras para desmentir lo que acabamos de escuchar. Comprobamos periódicos, redes sociales, noticias, conexiones... Poco a poco vamos viendo que lo que nos acaban de decir va encajando, que la noticia se ha publicado, que otros amigos ya lo han compartido, que esa persona ya no está.

Nos preguntamos sin parar qué habrá pasado, cómo habrá sucedido, buscamos responder  preguntas que quizás no tienen respuesta, y seguimos dándole vueltas sin parar. Según van pasando las horas vamos aceptando y asimilando lo que ha pasado. Entonces si miramos para nosotros encontramos emociones, en muchos momentos, contrapuestas: tristeza, miedo, rabia, ira, ansiedad... ligadas a muchos pensamientos que nos empiezan a pasar por la cabeza. No sabemos hasta qué punto son normales, pero en una circunstancia así lo normal es sentir, es pensar y atender lo que sentimos y lo que pensamos, incluso derrumbarnos si lo necesitamos, es totalmente normal.

Todos en una circunstacia así pasaremos por un duelo, entendiendo el duelo como un proceso normal de recuperación y adaptación a nuestra vida tras la muerte de un ser querido. Y aunque todo ser humano está preparado para superar este proceso, en muchos casos existen situaciones que bloquean este proceso o que incluso lo alarga, dando lugar a un duelo complicado o patológico. En este caso, la persona no es capaz de seguir con su vida, no existe adaptación externa ni interna a la propia situación. El proceso se complica con la aparición  de patologías asociadas (ansiedad, depresión,crisis de angustia, fobias...) de las cuales la persona no es consciente ni de las que no entiende por qué le está pasando ni tampoco su función. Las emociones, una vez más, nos sirven como  alarma para indicarnos que quizás el proceso de duelo haya pasado de lo normal a lo patológico Es en este momento cuando es necesaria una ayuda externa, una terapia de duelo.

En cualquier caso, debemos concedernos un tiempo, escuchar y analizar lo que nos pasa, darle significado y por supuesto, no intentar normalizar una situación de pérdida al poco tiempo de ocurrir, sin expresar, comunicar o buscar apoyos, porque hacer ésto probablemente bloquee nuestro proceso y, a la larga, las consecuencias son peores.

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